Por aquellos días


Antonio F. Rodríguez Balmori 

Por aquellos días, la laguna estaba en su apogeo, los peces y los patos compartían juntos, no por propia voluntad, cosas del destino, la comida era abundante, no había necesidad de disputar por ella.

Ufano y soberbio, llegó aquel pato llamado Cuacmuseno de descomunal tamaño, feo y contrahecho, mezcla de plumas blancas y amarillentas entrelazadas, desde el primer momento se dedicó a azorar a cuanto ser viviente estuviese cerca, los habitantes de todo tipo de la laguna temblaban con su presencia, ninguno se atrevía a enfrentarlo, quien lo hacía se arrepentía prontamente.

Un día decidieron llamar a su campeón, un sapo llamado Croarcuato, era horrendo, fuerte, de gran tamaño, tranquilo y bueno, no molestaba a nadie, solo por las noches su croar lo hacía, en ocasiones anteriores se había encargado de los visitantes indeseables, con excelentes resultados.

Decidieron, antes de cualquier cosa, hablar con el pato
— Señor pato, queremos hablar con usted, dijo el representante del grupo.
— ¿Qué carambas quieren?, ¡vamos rápido! —los apuró.
— Por favor retírese de nuestra laguna.
— Ja, ja,ja; ja, ja, ja, permítanme que me ría 
— No quisimos actuar sin avisarle
— Pues ya me avisaron, ahora fuera de mi vista

La mañana siguiente, temprano, a la hora del crepúsculo, en el charco de Croarcuato
— Mis amigos buenos días, afortunados mis ojos, ¿para que soy bueno?
— Señor Croarcuato, nos tiene apabullados, el señor Cuacmuseno, ¿podría usted ayudarnos?
— ¿Qué pretenden que haga yo?
— Que lo expulse de nuestras tierras.
— Mmmm, como que tengo ganas de estar tranquilo, disfrutando de mi charco.
— Por favor, se lo pedimos.
— Está bien, ¿dónde se encuentra el tipejo?.
— Todos los días al alba, se aparece, en el encuentro del río y la laguna.
— Está bien, me convencieron.

Escondido entre las rocas Croarcuato, paciente, esperaba la aparición de Cuacmuseno, en cuanto hizo su aparición el pato aquel.

— ¿Dígame qué se le ofrece?
— A usted no le importa 
— Si me importa, aquí viven mis amigos
— Pues sus amigos son unos excrementos, se esconden, cobardes

Los habitantes de la laguna, envalentonados por su campeón, dieron la cara, de inmediato. Cuacmuseno se apresuró a golpear al primer aparecido, justo en ese momento Croarcuato dio un salto inmenso, golpeó a Cuacmuseno en la cabeza, Cuacmuseno quedó atolondrado, aún fuerte para luchar, un golpe más, Cuacmuseno, recibió 

— ¡Basta! ¡Basta!, tuve suficiente 

Cuacmuseno comprendió que su actuar era incorrecto, eso mismo lo hacía intolerable, pidió perdón a los habitantes y se retiró. Tiempo después sus plumas eran totalmente blancas y relucientes, su fealdad se perdió.

Mientras el corazón palpite, debemos luchar


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