Antonio F. Rodríguez Balmori
Ángel y Rogelio,
caminaban hacia la cima del monte, seguidos de cerca por, sus amigos.
Ángel:
—Te he dicho una y mil veces que no te acerques a mi
#@%& Rogelio:
—Cállate grandísimo #@%&c.
—Si no me haces caso, voy a
romperte la jeta
—A ver si puedes #@%&
Gonzalo:
—Por un día les
pedimos, dejen de pelear, disfrutemos de nuestra convivencia no es agradable
verlos y oírlos. Rogelio:
—Este ya me tiene hasta la ma…
Ricardo:
—Miren allá la parvada de
zopilotes, traen entre sus garras pedazos de anímales.
Todos voltearon hacia donde les
mostraba Ricardo
Rodolfo:
—Vuelan como el viento.
Raúl:
—Son feos, pero su vuelo es
magnífico, limpian de carroña la llanura.
Ricardo:
—¡Vamos! Caminemos más rápido,
debemos llegar a la gruta.
Siguieron subiendo
a la cima, la juventud no conoce el cansancio, todos con el mismo ritmo.
Con caras de piedra y ganas de
matarse entre si, Ángel y Rogelio.
Arturo comenzó a
silbar una moderna melodía, los demás lo imitaron, el silbido trajo armonía y
alegría.
Rodolfo:
—Apresuremos el
paso para llegar con luz, de por sí, la gruta es ya peligrosa, oscura lo es más.
La pendiente era
pronunciada, a la izquierda, el abismo, cubierto de maleza, no era visible el
fondo, la vista era impresionante, se dominaba la ciudad, rodeada de pequeños,
típicos y hermosos pueblecitos, como hay tantos en el bello estado de Veracruz,
con gente cálida siempre.
La alegría llenaba
el corazón de aquellos chicos, gozaban plenamente de su aventura, el cielo
espléndido, la vegetación efervescente, todo era nuevo. Cantaban, reían, podían
comerse al mundo en pedazos.
Raúl rezagado, despreocupado,
nadie lo notó, una piedra lo hizo falsear, torció su tobillo, cayó directo en
el abismo, la espesa vegetación evitó que la caída tuviese graves
consecuencias, entre los matorrales y un gran árbol quedó inconsciente, cuanto
tiempo, la noción se perdió. Despertó con un dolor atroz en el tobillo, contusiones
en todo el cuerpo, terrible dolor de cabeza.
—Amigos aquí estoy
Ni el eco
respondía, la garganta le dolía de tanto gritar, por fin aceptó que no lo
escuchaba nadie, lo peor, nadie le escucharía, arrastrándose como pudo llegó al
borde del abismo, quedando inconsciente nuevamente.
Cualquiera:
—Hey amigos ¿dónde está Raúl? — No lo se, hace mucho
no lo veo
—Venía hasta atrás
—Regresemos a buscarlo
—Gritemos todos al unísono
—Raúl, Raúl, Raúl
—Desandemos el camino
—Raúl, Raúl, Raúl.
—Busquemos ayuda
—Disculpe usted, señor, ¿una
estación de policía, de cruz roja, o de bomberos?
—Sigan caminando hasta donde se
ve aquella construcción, es una caseta de
policía.
—Señor policía, necesitamos ayuda,
nuestro amigo está perdido
—¿Por dónde?
—Allá arriba
—Vamos, síganme, Silvestre,
Gervasio, Lorenzo
— Sí, señor
—Es por aquí
—Gritemos todos, Raúl, Raúl,
Raúl
—Nada, ni sus luces
—Vamos los llevaremos, suban a
la parte de atrás de la camioneta
—Hasta aquí, chicos, tomen el
camión pa’ la ciudá.
—Ahí viene, hazle la parada
— Paga el de atrás.
—Aquí se quedan muchachos
—Miren que suerte
— Doctor, doctor, ¿puede
ayudarnos, nuestro amigo está perdido en el cerro
— Suban a la ambulancia
— Por aquí doctor
— Raúl, Raúl, Raúl
— Imposible, debemos regresar, lo
siento
— ¡Oh! No, nuestro amigo
— Amigos regresemos a nuestras
casas.
— Uff, aquí pueden verme, me
duele todo.
Parece que aquel chico necesita
ayuda, me inspira confianza, voy a detenerme.
— Hey chico, ¿necesitas ayuda?
— Si, por favor señor.
— Sube.
— No puedo, me caí, estoy
lastimando.
— Voy a ayudarte a subir.
—Muchas gracias.—De nada, ¿dónde vas?
—A la ciudad, por
favor déjeme dónde le convenga, ¿es muy difícil manejar un trailer?, tiene
muchas velocidades.
—Es como todo,
primero es difícil, tengo 20 años de manejar trailers, he recorrido, muchas
veces México.
— Cuando sea grande me gustaría
tener un trabajo como el suyo.
—Aquí te dejo, en
la caseta de policía, te ayudo a bajar. Oficial el chico está malherido, por
favor ayúdelo.
—Con gusto, vamos
chico, apóyate en mí. Dame tu número telefónico, hablaremos con tus padres,
siéntate en ese sofá, ahí estarás cómodo, voy a llamar al doctor, para que te
revise, no te ves bien.
—Hola chico, buenas tardes, ven
te ayudo vamos al consultorio, necesito revisarte.
—Gracias doctor.
—No tienes
fractura alguna, tú tobillo tiene un esguince, cuestión de un par de semanas,
voy a ponerte esta pomada, lo vendaré, apóyalo lo menos posible, tus papás
vienen en camino.
—Gracias doctor.
—Mi hijo ¿dónde está, mi hijo?
—Calma señora, no
llore, Raúl está muy bien, está descansando, le di un analgésico, pasen ustedes
por aquí.
—Hijito, hijito, ¡qué susto nos
has dado!
—Estoy bien mamá.
—¿Qué te pasó? ¿Dónde están tus
amigos?
—Me torcí el tobillo, me perdí,
no sé dónde están mis amigos.
Muchas gracias maestro
ResponderEliminar