La dinastía omeya

 BREVE HISTORIA DE LA DINASTÍA OMEYA Y ABDERRAMÁN I 
 
Radegundo


Aunque el asunto central de esta novela no es la historia de la Dinastía Omeya de Damasco, ni crear una polémica acerca de su actuación política ni religiosa, es necesario conocer el contexto histórico  de cómo un hecho trágico llevó al único sobreviviente omeya a una aventura que parece  digna de novelarse.  
Abderramán creció como los elegidos para gobernar, sin prisas, con todos los lujos que su posición como hijo del califa le podían proporcionar. Rubio, de ojos azules y tez blanca, sin rasgos  árabes, su madre era una esclava de facciones finas, su padre tenía ascendencia germánica, no sabía lo que significaba trabajar para conseguir vestimenta ni sustento, todo lo que deseaba se le proporcionaba sin remilgos. Para su uso particular contaba con esclavos, su favorito era un griego ilustrado llamado Badr, apenas unos años mayor que él, además de ser su maestro en ciencias y matemáticas era su mejor amigo y compañero de juegos, tenía también eunucos africanos para vigilar su integridad y cumplir sus deseos, aun los más extravagantes. Jamás durante su infancia sufrió penurias ni  limitaciones. 
La Dinastía Omeya de Damasco fue la segunda en gobernar el mundo islámico  entre los años 661 al 750 de nuestra era, al resultar triunfantes de la primera guerra civil musulmana, desplazando al cuarto y último de los llamados califas bien guiados, Ali Ibn Abi Talíb.  
El fundador de la nueva dinastía fue Mwawiya I. Durante su mandato se conquistaron grandes territorios, expandiendo el Imperio por el occidente hasta el Magreb y la antigua Hispania romana, al sur abarcando toda la península árabe, en Africa, Egipto hasta Sudán, al oriente toda la zona de Mesopotamia y Persia hasta el río Indo, al norte llegaron hasta el Cáucaso. Durante su reinado los omeya enfrentaron infinidad de rebeliones, no fue hasta que Abu Frutus, aliado de Abu I-Abass; que reivindicaba las enseñanzas primigenias del Corán; derrotó al califa Marwan II en la batalla del río Gran Zab, éste, con gran penuria, huyó a Egipto, pensando que el peligro había pasado, no obstante fue alcanzado y degollado por los triunfantes abasidas, lo que siguió fue una salvaje cacería de familiares, conocidos y personas leales a la dinastía derrotada, fueron asesinadas sin piedad más de setenta personas, el objetivo era no dejar vivo a ningún descendiente de los omeya, sin embargo hubo un sobreviviente: Abderramán.  
Después de conocer el final trágico de Marwan II, un antiguo esclavo griego, ya liberado, permaneció fiel a Abderramán, y su hermano menor Yahya, su nombre era Badr, los tres permanecieron escondidos  en un lúgubre y deshabilitado salón del antiguo palacio de gobierno, dentro de grandes baúles de fétidos cueros curtidos, entre ropa vieja y  enseres desvencijados,  permanecieron ahí varios días, sin agua ni alimentos, aprovecharon un momento de relajamiento de los guardianes y junto con su hermano menor Yahya huyeron, usando  mugrosas y desaliñadas vestimentas que encontraron en los baúles, fueron ayudados por algunos conocidos leales, durmieron a la vera de caminos, en establos y viviendas abandonadas, viajaban escondidos en carruajes que transportaban  verduras y alimentos en general. 
 Acosados, desesperados por no encontrar barca para atravesar el río Éufrates, se lanzaron al agua, nadaron desesperadamente, evadiendo lanzas y flechas, Yahya no logró cruzar, siendo  decapitado al instante de su detención,  al llegar al otro lado del río corrieron durante horas, hasta que el cansancio los derrotó, comían yerbas, tomaban agua de pequeñas charcas,  continuaron su huída, cansados y desnutridos atravesaron toda Siria, Palestina, finalmente llegaron a Egipto, no podían fiarse de nadie, sin embargo personas con las que comerciaba su padre los ayudaron, les proporcionaron ropaje limpio, alimentos y les procuraron medios de transporte.  
Fue así como Abderramán siguió su periplo hacia el occidente de África, en su camino se le iban uniendo guerreros que provenían de su natal Siria, árabes y yemenitas.  Conforme se acercaba al Magreb se les adherían bereberes que habían escuchado de su proeza, finalmente llegó a encontrarse con la tribu Nafza de la que era descendiente su asesinada madre, cerca de Ceuta; ella había sido una cristiana que fue esclavizada y vendida en Damasco. 
Aprendió los modos y costumbres de los habitantes del desierto, Abderramán consolidó su poder, poco a poco formó un pequeño ejército, buscó contactos del otro lado del Mediterráneo, enviando emisarios, así contactó con sirios y bereberes que habitaban en Al Andalus (España).  
Después de dos años de convivir con los Nafzas, cruzó el mar en el año 755, llegó a Almuñecar (Granada), con parte de sus seguidores y  sirios afectos a los omeya organizó un gran ejército que marchó hacia Kurtuba (Córdoba), ahí enfrentó con el Emir  Yusuf Al Fihri, lo derrotó en forma estrepitosa, haciéndolo huir hacia Toledo con los restos maltrechos de su ejército. 
Abderramán entró triunfalmente a Kurtuba. Por fin había logrado restablecer el honor de sus ancestros, aunque en otras latitudes. Logró en pocos años que Al Andalus brillara en el mundo hasta ese momento conocido, se rodeó de personajes sabios e intelectuales, no importando raza o credo, en el año 756 fue nombrado Emir, completamente independiente del califato abadí de Damasco, ya consolidado su poder comienza la construcción que será su orgullo, la Mezquita Aljama, gobierna Al Andalus con firmeza, pero también con sabiduría por 32 años hasta su muerte. 

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